La construcción del Hangar-7 se basó en una decisión muy pragmática: la flota de aviones históricos conocida como Flying Bulls necesitaba un nuevo hogar… Ésta había ido creciendo con los años y el hangar viejo ya le quedaba chico.
…Pero esta colección tan especial no podía introducirse en un hangar con un atractivo arquitectónico similar al de una caja de zapatos. Así nació la idea de crear la estancia para la colección de aviones más bella del mundo, que se realizó durante un lapso de cuatro años. Se trataba de compaginar la técnica moderna con los sueños míticos de volar. El ambicioso objetivo era no sólo crear una noble estancia para estas antiguas y deslumbrantes máquinas, sino también acoger a la técnica, al arte y a la pasión que elevan al Hangar-7 muy por encima de su función original.
La primera mirada al monocasco de cristal pone en evidencia que en este ambicioso proyecto se tiende una ‘bóveda celestial’ sobre los aviones. Se impone la comparación con un ala y despierta impresiones de dinamismo y casi ingravidez, a pesar de las generosas dimensiones de casi 100 metros de longitud y una anchura de 60 metros. Por su parte, el portal de entrada tiene una anchura de 40 metros.
El acondicionamiento práctico e innovador del interior de las dos torres de cristal y de la nave es la continuación logística del concepto global: en la planta baja, justo al lado de la entrada, hay un foyer de Doppler en el que los visitantes pueden entender y experimentar el efecto al que ha dado nombre el físico austríaco Christian Doppler; también están allí un lounge y el área de oficinas. En el primer piso se ha instalado el restaurante ‘Ikarus’ y una amplia terraza con vistas al espacio interior del hangar. En las plantas superiores está el bar ‘Mayday’, hay vestíbulos y, como algo especial, otro bar que flota suspendido del techo del hangar… A través del suelo de cristal del ‘Threesixty’ se tiene una vista espectacular sobre los aviones Flying Bulls.
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